La Municipalidad Distrital de Pontó se comprometió con una de las obras más ambiciosas de su historia: la ejecución de un proyecto de infraestructura que, con un presupuesto de más de 26 millones de soles, se presenta como la mayor inversión en la zona. La obra fue adjudicada a la empresa Corporación Diamante JUBERS S.A.C., bajo el contrato N° 424-2022-MDP-GM, con la promesa de ser entregada en 300 días calendario. Sin embargo, lo que parecía ser un paso firme hacia el progreso se ha visto empañado por una serie de problemas administrativos y de gestión que han retrasado considerablemente su ejecución.
A pesar de que la licitación N° 1-2022-MDP-CS-1 fue convocada en septiembre de 2022 y la adjudicación al contratista se realizó en diciembre, la obra apenas comenzó a tomar forma en agosto de 2023, cuando finalmente se entregó el terreno y se firmó el acta de inicio. Pero pronto comenzaron a aparecer los obstáculos, principalmente debido a las lluvias intensas que, como era de esperar en la sierra peruana, interrumpieron los trabajos. La obra, que debía concluir en 2024, sufrió un retraso considerable, y la nueva fecha de entrega se fijó para el 22 de febrero de 2025.
Hasta la fecha, el avance físico de la obra es del 54.71%, una cifra que refleja que el proyecto está por encima de la mitad de su ejecución, pero que aún no justifica los plazos incumplidos y las dificultades operativas. Lo más preocupante es que la obra no solo enfrenta demoras, sino también serias deficiencias en su gestión. La falta de renovación de las cartas fianza, cruciales para garantizar el cumplimiento del contratista, ha dejado expuesta a la municipalidad ante cualquier eventual incumplimiento. La caducidad de las cartas de adelanto directo y de materiales es una de las principales observaciones que se han hecho, pero ni la supervisión ni la empresa encargada de la obra han dado respuestas satisfactorias.
Por si fuera poco, la falta de control sobre el almacenamiento adecuado de los materiales durante la suspensión de la obra plantea un riesgo para su calidad. El deterioro progresivo de los insumos podría afectar no solo el avance de la obra, sino su durabilidad a largo plazo. Lo mismo ocurre con la caseta de válvulas, que, sin una adecuada protección frente a posibles inundaciones, corre el riesgo de sufrir daños que comprometan el funcionamiento de la infraestructura una vez terminada.
Este proyecto, que se suponía iba a ser el emblema de un Pontó en desarrollo, ha quedado atrapado en un cúmulo de ineficiencia y falta de previsión. La magnitud de la obra, su presupuesto y la relevancia para la comunidad deberían haber sido suficientes para una gestión impecable. Sin embargo, los continuos retrasos, la falta de garantías económicas y las deficiencias constructivas que empiezan a asomar ponen en duda el futuro de esta obra, que aún sigue esperando cumplir con las expectativas de los pontinos.
Lo cierto es que, a medida que la fecha de finalización se aleja y los problemas se acumulan, esta obra deja de ser un símbolo de progreso y se convierte en un recordatorio de las falencias de una administración que aún no logra gestionar adecuadamente los recursos y los plazos. La mayor obra de Pontó sigue siendo, por ahora, una promesa vacía que podría desvanecerse en el aire si no se toman las decisiones correctas.
