LOS HALLARON DONDE LOS DEJÓ SU PASIÓN: TRES JÓVENES SOÑADORES SE APAGARON EN EL HIELO DEL ARTESONRAJU

Edson Vandeira Costa (36), Jesús Manuel Picón Huerta (31) y Homer Efraín Pretel Alonzo (34) no solo amaban la montaña: eran estudiantes, soñadores y compañeros de ruta. En sus mochilas no solo llevaban cuerdas y equipo técnico, sino también ilusiones, metas y planes que quedaron suspendidos para siempre tras una tragedia que hoy enluta los Andes peruanos y nos recuerda lo frágiles que somos frente a los gigantes de la cordillera blanca.

El 28 de mayo, los cuatro amigos —todos parte del IESTP CEAM— iniciaron el camino hacia la cima del nevado Artesonraju, de 6 025 metros, reconocido por su belleza y su exigencia técnica. Las malas condiciones climáticas los obligaron a postergar el ascenso para el día siguiente.

Uno de ellos, Jean Marco Villanueva, decidió regresar antes por motivos personales. No imaginó que esa decisión lo convertiría en el único sobreviviente. Sus tres compañeros nunca regresaron.

Tras 24 días de espera, incertidumbre y dolor, sus cuerpos fueron hallados sin vida por quienes más los amaban y nunca se rindieron: sus familias. Ellas, frente a la inacción institucional, organizaron por cuenta propia la búsqueda que finalmente los encontró.

La decisión que paralizó la esperanza

El 11 de junio, la Asociación de Guías de Montaña del Perú (AGMP), presidida por Beto Pinto Toledo, suspendió oficialmente la búsqueda durante 20 días, alegando malas condiciones del nevado. Su secretario, Daniel Milla Lliuya, reconoció que “el nevado estaba en mal estado”, pero nunca se emitió una alerta que advirtiera a otros montañistas sobre el peligro.

Mientras tanto, guías activos de la AGMP y estudiantes del mismo IESTP CEAM —la institución a la que pertenecían los desaparecidos— continuaron realizando ascensos en diversos nevados, como se evidencia en sus redes sociales.

Esa aparente normalidad contrastó dolorosamente con el silencio oficial y la angustia de las familias, que aún mantenían la esperanza de encontrarlos con vida.

El amor que no se rindió

Mientras las instituciones pausaban, las familias se movieron. Reunieron recursos, buscaron ayuda, contrataron rescatistas y lideraron su propia búsqueda. Transformaron el dolor en acción, desafiando el frío, la altura y la indiferencia. Porque cuando se ama, no se renuncia.

El 22 de junio, tras semanas de lucha, fueron ellas —no el sistema— quienes lograron hallarlos. Y aunque la noticia partió el alma, también cerró una herida que ya no podía seguir abierta.

Una tragedia que deja preguntas que duelen

Entre el 30 de mayo y el 22 de junio, el tiempo se hizo eterno. No hubo respuestas claras, ni acciones firmes. Solo burocracia, espera y silencio.

¿Por qué se suspendió la búsqueda justo cuando más se necesitaba?

 ¿Quién asume la responsabilidad de haber detenido la esperanza durante 20 días?

 ¿Y por qué, si ya se conocía el riesgo del nevado, no se emitió ninguna alerta para evitar más tragedias?

Son preguntas que siguen abiertas. Preguntas que hoy pesan más que la altitud

 y duelen más que el frío que apagó tres vidas.

Así fue como los hallaron dónde los dejó su pasión, los únicos que nunca los abandonaron: sus familias.

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