La Contraloría detecta fallas graves en la ejecución de la obra en la plazuela La Soledad. Huaraz gasta millones sin arquitectos, sin supervisores… y sin vergüenza.
Por estos días, en Huaraz se está construyendo una plazuela. O, mejor dicho, se está mal construyendo. En pleno centro histórico, frente a un barrio que respira tradición y memoria, la Municipalidad Provincial ha emprendido una “obra de mejoramiento urbano” en La Soledad, esa esquina con sabor a procesiones y nostalgia. Pero lo que se suponía debía ser una recuperación del espacio público se ha convertido en un monumento a la negligencia.
La Contraloría General de la República, en su Informe de Hito de Control N.º 017-2025-OCI/0337-SCC, ha señalado sin rodeos que la obra —que bordea los 2.6 millones de soles— se ejecuta sin control, sin supervisión técnica, y con una pobreza arquitectónica que insulta al sentido común. Tres situaciones adversas resumen el despropósito:
Primero, el contratista hace lo que quiere. Literalmente. No respeta espesores, mezcla mal los materiales, usa insumos que no están en el expediente técnico. Y la municipalidad, como si no fuera con ella, mira para otro lado. ¿Nadie controla? ¿Nadie sanciona?

Segundo, los encargados de supervisar brillan por su ausencia. La Contraloría visitó la obra dos veces —el 21 y el 29 de mayo— y no encontró ni al jefe de supervisión ni al ingeniero de calidad. Es decir, nadie vigila la calidad de lo que se construye, pero igual se pagan planillas. Pagos por labores no realizadas. ¿Les suena familiar?

Tercero, el expediente técnico carece de lo más básico: criterio. No se consultó a arquitectos. No se pensó en accesibilidad. Las rampas peatonales no cumplen la pendiente, el drenaje pluvial está mal diseñado y hay confusión hasta con el tipo de piedra para las esculturas. En un espacio con valor histórico, patrimonial y turístico, no poner a un arquitecto es una afrenta a la ciudad.

¿Y el alcalde? Notificado. Tiene cinco días hábiles para responder. Pero los ciudadanos ya han esperado suficiente. Lo que está en juego no es solo una plazuela. Es el respeto por la ciudad, por sus recursos, por su historia.
Una obra pública no es solo cemento. Es compromiso. Es visión. Y, sobre todo, es responsabilidad. En Huaraz, por ahora, lo que hay es todo lo contrario.